miércoles, 21 de enero de 2015

Como mi apellido es Pirrip y mi nombre de pila Philip, mi lengua infantil, al querer pronunciar ambos nombres, no fue capaz de decir nada más largo ni más explícito que Pip. Por consiguiente, yo mismo me llamaba Pip, y por Pip fui conocido en adelante.


Puntuación: 9

Con la obra de Charles Dickens no puedes hacer divisiones, y hablar de grandes libros y obras menores, ya que todas y cada una de sus novelas son inmejorables. Sí puedes, sin embargo, hablar en términos de popularidad y calificar a David Copperfield, Cuento de Navidad, Historia de dos ciudades o (la que ahora nos ocupa) Grandes esperanzas como sus obras más populares o conocidas.

Hay que dar a esto una importancia muy relativa y no confundir popularidad con calidad, porque si bien los libros antes citados tienen bien merecido el reconocimiento del que gozan hoy en día, no es justo que otras novelas del autor caigan en el olvido para mucha gente. En España por ejemplo, nunca ha tenido mucho éxito La tienda de antigüedades, mientras que en otros muchos países es muy, muy conocido. Por tanto, quiero dejar claro que la falta de popularidad de un libro no significa que sea una obra menor de su autor.

Dejando esto claro, Grandes esperanzas es una de las obras más populares de Charles Dickens y es, desde luego, un clásico de la literatura que todo el mundo debería leer y disfrutar.

Todo el libro se condensa en las dos palabras que dan título a la novela. Un chico, Pip, vive humilde pero honradamente con su hermana y su cuñado Joe. Cierto día tiene un encuentro en las ciénagas del lugar con un convicto al que da comida y una lima para que pueda liberarse de los grilletes. Hecho que marcará toda su vida.

Pip no tenía más pretensiones en la vida que trabajar en la herrería de Joe, quien aparte de ser su cuñado es su único amigo y apoyo en el mundo.

Paralelamente tenemos a la Señorita Havisham, una mujer despechada por su prometido y que vive anclada en el pasado. Literalmente. Como una ermitaña no sale de casa, donde todos los relojes están parados en la hora en la que su amado la dejó plantada, con el vestido de novia aún puesto, e incluso con el banquete de bodas, y su consecuente podredumbre, en el comedor. A su cargo tiene a una joven, coetánea de Pip, llamada Estella. Estas dos condicionarán la vida de Pip.

Un día, Pip recibe la inesperada visita de un abogado londinense que le informa de que cierto benefactor quiere convertirle en caballero.

Quién será este misterioso benefactor y por qué lleva a cabo esta desinteresada y sorprendente empresa.

Pip, quien en un principio veía su vida en la herrería, acepta el ofrecimiento y deja todo lo conocido hasta el momento para adquirir una nueva vida y conseguir así un objetivo que le ha estado obsesionando en los últimos tiempos dede que conoció a la señorita Havisham y, sobre todo, a Estella.

Grandes esperanzas es pues lo que tiene Pip durante toda la novela y, consecuentemente, durante gran parte de su vida. Charles Dickens hace una sutil e inteligentísima crítica a la sociedad burguesa inglesa de la época, contrastando con la humildad, ignorancia y sencillez de la clase baja representada en el personaje de Joe, con su idea inconsciente e integrada hasta lo más profundo de inferioridad. Vemos, como en otras tantas obras, la evolución personal del personaje principal. Su ingenuidad, su honradez y sus esperanzas, pero también vemos cómo se va corrompiendo poco a poco, rechazando aquello que fue, aquello de donde viene y sobre todo aquellos a los que quiso. Nunca olvidaré el momento en que rechazó por vergüenza a Joe.

Esta novela no es recomendable, es imprescindible. Lo que sí que es recomendable es no ver ninguna de las adaptaciones cinematográficas que se han hecho. Por lo menos la versión libre de Alfonso Cuarón de 1998 y la del 2012, que son las únicas que yo he visto. La primera es tan libre que no tiene nada, nada que ver, pero la segunda es directamente un insulto. Es un libro practicamente imposible de llevar a la pantalla. Y si se lleva, con ciertos arreglos o lo que sea, haz algo un poco decente coño. Y no digo ya pretender quedar a la altura del libro, porque es una quimera, sino ser minimamente digna de titularse Grandes esperanzas.


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