domingo, 1 de febrero de 2015

Tengo la impresión de que esta gente es aún más lerda que los primitivos guanches de Tenerife.


Puntuación: 8

La alemana Ingrid Grass, ex vizcondesa de Teguise, alias Mariana Montenegro, emprende la búsqueda de Cienfuegos a bordo del Milagro. Barco en el que el cojo Bonifacio, el converso Luis de Torres y el silencioso Deslenguado, entre otros, la acompañan y ayudan en su empresa.
Mientras tanto, el deseado Cienfuegos continúa con su periplo y sus aventuras por el nuevo mundo. En su camino conoce a parejas tan distintas, curiosas e intrigantes como las siamesas Quimari y Ayapel, o la anciana Cú y la jóven Araya.
Al mismo tiempo el Capitán León de Luna se embarca a bordo del Dragón para encontrar de una vez por todas a su ex mujer, Ingrid, y darle fin para lograr su ansiada venganza. Venganza por haberle sido infiel con el más joven y más indigno de sus vecinos allá en La Gomera, el cabrero analfabeto Cienfuegos, por haberle abandonado, fugándose al otro lado del océano en busca de su amado, y por haberle arrebatado su honor.

Estas tres tramas se mezclan y conforman el cuarto libro de la saga, en el que se dan sucesos que se llevan mucho tiempo anunciando y esperando. En qué se diferencia de los tres libros anteriores? pues precisamente en que ya se ponen sobre la mesa las tramas principales de Cienfuegos, Ingrid y el Capitán León de Luna, y se juntan, se enfrentan. Ya se llega a la acción propiamente dicha. Si en los anteriores teníamos una mayor orientación hacia las aventuras y la supervivencia de Cienfuegos por la selva, la nueva vida de Ingrid o los planes de León de Luna, en este nos orientamos hacia una primera y temporal resolución a la historia base de la saga. Un necesario regreso a los cimientos que no se hace esperar, y se agradece. Ya que sería muy simple y evidente esperar al último libro para dar un feliz encuentro y cerrar una gran saga con un artificial colorín colorado que no estaría para nada a la altura. Con lo cual, es un gran acierto.

Montenegro me ha gustado, a estas alturas ya sé que todas las novelas de Cienfuegos me gustarán (salvo alguna catástrofe), pero también digo que he llegado a empatizar un poco con el desgraciado León de Luna. Y lo hago básicamente por eso, por lo desgraciado que es. La mujer le es infiel, lo abandona, se va al otro lado del mundo, se hace rica, querida y respetada mientras él es humillado una y otra vez. Ella parece estar destinada a conseguir lo que quiere, pese a que no tiene un caminito de rosas ni mucho menos, pero él está condenado al fracaso, a la vergüenza, al deshonor y a la rabia eterna.
También me chirría un poco el amor tan descomunal que la ex vizcondesa siente por Cienfuegos, después de tantos años sin él, dando a entender en muchas ocasiones que nada más ni nadie más le importa en el mundo. Todo da igual si ella consigue estar con quien quiere. Por esto precisamente me parece un grandísimo punto a su favor que Cienfuegos, el verdadero protagonista, sea mucho más real, que habiendo asumido que nunca encontrará a la mujer de la que en su día se enamoró, se preocupa de su supervivencia, del día a día, y el recuerdo poco a poco se va borrando. Incluso dándose lo que él más deseaba en un principio, siente cómo añora esos días en los que vagaba por la selva, por la naturaleza, aquellos días en los que conoció la libertad. La esencia de Cienfuegos no está, desde luego, sin una buena aventura que pasar. Y yo me alegro.

La novela se cierra, como ya es costumbre, con mucha intriga y un gran interrogante que hace que el lector esté loco por empezar el próximo capítulo: Brazofuerte.


No hay comentarios:

Publicar un comentario