viernes, 28 de noviembre de 2014

Mi pequeña joyita

Puntuación: 10


Charles Dickens: "Nadie pone en duda que soy un padre afectuoso con todos los hijos de mi imaginación, y que ningún otro progenitor puede querer a su familia con tanta ternura. Pero, como muchos padres afectuosos, tengo un hijo favorito en el fondo de mi corazón. Y su nombre es David Copperfield."

No hay mejor carta de presentación que esta. Si el padre, por seguir con su propio simil, de Grandes esperanzas, de Tienda de antigüedades, de Historia de dos ciudades, de Cuento de Navidad, de Oliver Twist...dice que su hijo predilecto es David Copperfield, esto solo puede significar una cosa: que estamos ante una de las mejores novelas de la historia.

Pero por si esto fuera poco David Copperfield es la novela favorita de un tal Tolstói y de un tal Sigmund Freud.

Dostoyevsky la leyó en su prisión de Siberia. Cumpliendo el mismo desntino, por cierto, que su Rodión Románovich Raskólniko.

Ulises de Joyce y América de Kafka están muy influenciados por David Copperfield.

Basta con leer la contraportada de la edición que vemos en la foto para enterarse de estos detalles que engrandecen más si cabe uno de los mejores libros que he leído y que jamás leeré.

Dickens plasma sus vivencias personales con mucha más fuerza que en cualquiera de sus otras novelas por lo que es hasta cierto punto autobiográfico. Quizá por unir realidad con imaginación tenemos un relato apasionante, perfectamente desarrollado y maravillosamente contado.
Sé que tarde o temprano volveré a releer todas y cada unas de las páginas que conforman esta obra y volveré a sufrir y reir con David, a emocionarme con Agnes, a empatizar con el señor Micawber, a compadecer al señor Peggoty, a querer a Betsy Trotwood, a odiar a Murdstone y a Uriah, y a sentirme traicionado por James Steerfort y Emily.

David Copperfield es, enfin, uno de mis libros más preciados, que recordaré siempre con cariño.
Es mi pequeña joyita.

“Si llegaré a ser el héroe de mi propia vida u otro ocupará ese lugar, lo mostrarán estas páginas. Para comenzar por el principio el relato de mi vida, diré que nací (según me contaron y así lo creo) un viernes, a las doce de la noche. Un detalle que n pasó inadvertido fue que el reloj empezase a sonar y yo a llorar al mismo tiempo…”

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